Freestyle era un parque existente con una pista de dodgeball infrautilizada y de bajo rendimiento. Por tanto, la ocupación y los beneficios se vieron afectados y se consultó a Airparx para que evaluara la mejor manera de aprovechar el espacio disponible.
El reto consistía en utilizar la zona para un grupo demográfico más amplio y maximizar el espacio disponible y, tras algunas discusiones cooperativas, se decidió que un miniparque hinchable era la mejor adición e inclusión en Freestyle. El factor impulsor fue la altura disponible en el edificio, que se ofrecía perfectamente para la escalada y el deslizamiento gigantescos.
La ventaja adicional fue la transición sin fisuras entre la zona de trampolines y el parque de hinchables, sin que se perdiera ningún centímetro cuadrado en los caminos entre las actividades.
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